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miércoles, 11 de septiembre de 2013

CUENTO SUFI REALMENTE HERMOSO

El hombre libre y el esclavo

Un derviche estaba sentado en un negocio tomado te, observando el gran despliegue que había causado el Sultán de esa zona al salir a caballo con todo su séquito a recorrer la ciudad, que era el asiento de su dominio.
El derviche observaba sin decir palabra todo lo que ocurría, y veía como la gente lo aclamaba, lo llenada de elogios, todo el mundo trataba de ponerse en posición para que el Sultán lo pudiera ver y reconocer, y el Sultán parecía estar disfrutando de un buen momento.
Finalmente, en su trayecto llega al negocio donde estaba este derviche. Cuando entra el Sultán, el derviche mira hacia otro lado, se da vuelta y continua disfrutando de su te. Eso molesto al Sultán terriblemente.
Se da vuelta el Sultán y le dice a su Primer Ministro: 
“Demuéstrenle a ese rudo derviche un poco de buenas maneras!”
El derviche sin que le molestara en absoluto la orden del Sultán que significaba por supuesto un castigo muy severo, le dice al Primer Ministro:
“Dile a tu amo, que el puede ejercer su autoridad sobre la gente de este mundo que lo necesita a el. Yo no lo necesito ni respecto ninguna autoridad de este mundo y solo respeto la autoridad de Dios. Y por favor, que ningún ser en esta tierra llegue a presumir que puede imponer su dominio y autoridad, sobre un pobre hombre que simplemente le negado y dado vuelta su cara al mundo. Que ha dejado el mundo y su espíritu esta inclinado hacia Dios”.
Al oír estas palabras, el Sultán se dio cuenta de que estaba frente a un hombre de Dios e inmediatamente el pido a su Primer Ministro:
“Por favor, trata con suma delicadeza y generosidad a ese pobre derviche, porque el habla la Verdad”.
Entonces, el Primer Ministro se da vuela y el grita:
“En tu, derviche! Ya has oído la orden de mi Sultán! Pide cualquier cosa que tu desees”
Al escuchar esta oferta, el derviche nuevamente sin darse vuelta, le dice:
“Que puede un hombre libre desear de un esclavo? Yo soy un hombre libre y el Sultán es un esclavo”
Al oír esto, el Sultán nuevamente se molesto por esas palabras y le pregunta:
“Tu eres libre y yo soy un esclavo! ¿Cómo es eso?”
Y el derviche le responde:
“Tu sin ninguna duda eres un Sultán, pero eres un ciego y un esclavo de tus pasiones. Tus ordenes y tus favores solo pueden servir para calmar esas pasiones bajas, y solo pueden ayudar a aquellos que son esclavos de su naturaleza inferior y van a pedirte ayuda a ti, y no al Dueño de nuestra Creación”.
Y continuo diciendo:
“Gloria a Dios! He puesto todo mi ser a Sus ordenes, a las ordenes de Dios y eso me ha hecho libre de las pasiones de este mundo. Es por ello que tu eres un esclavo y yo un hombre libre. Y sin ninguna duda, un esclavo no puede hacerle favores a un hombre libre. Siempre es lo opuesto!”.